Obdulio Onofrio
Ir a grabar a Obdulio era siempre una fiesta, comenzaba temprano y terminaba tarde. No porque demorara en leer, en cinco minutos teníamos el cuento grabado. En su departamento, piso 14, del barrio de Monte Castro, cada cosa tenía su historia. La simple pregunta de ¿Y este mate Obdulio? servía para narrar alguna historia de cuando vendía por el puerto de Buenos Aires el periódico anarquista, los ravioles que almorzaba con el Che, el día en que renunció al PC, la mañana del 55 en que conoció a Angelita en el correo central (viendo como los hijos de puta bombardeaban la plaza de mayo) o como resistían los nicas la invasión de los contras en la época sandinista. Obdulio era maestro en el aire de contar, ojalá que podamos hacerle más largo el camino de sus cuentos. Salud Obdulio que las tierras mendocinas te rieguen con todo su vino. Mientras tanto quedará tu voz en el texto de Galeano y tus aplauzos haciendo como las cocineras de Guatemala o México cuando palmean las tortillas. Pode