Ricardo Veiga
Cuando el Negro Ricardo prendía un pucho era porque te iba a contar una historia. Nunca sabías a dónde iba a ir, pero siempre sus aventuras transcurrían en barrios profundos del sur. Podía ser que terminaras en una imagen de Evita pintada en el paredón de una fábrica cerrada, en cuando su tío Pepe terminó cenando con el ladrón que le había entrado a afanar, en los tiros en Ezeiza cuando volvía Perón, en cuando en el barrio la “seguridad” para los pibes y pibas era que la vecinada tomara mates en la puerta, en unas vacaciones en el río Atuel en Mendoza o en el día en que se conocieron con su compañera Claudia. Escribió las historias más profundas de América porque él sabía volar bien lejos desde su pieza del fondo en el barrio de Gerli y entender que nos salva el amor por sobre todos los pensares. El 9 de enero su cuerpo frágil le dijo hasta acá llegamos, y nos llenamos de tristezas. Nos toca despedir a un compañero, a un amigo, a ese nutriente que regó los cam...